domingo, 4 de julio de 2010

Corre Lola


Lola corre, siente, teme pero vive. Deshizo las valijas, prendió un cigarrillo y bajó a la ciudad. Caminó por las calles llenas de arte, jugaba a pisar las hojas secas y disfrutaba del crujido de ellas bajo sus zapatillas; extrañamente le resultaba igual de placentero que pisar cucarachas… no, Lola no era muy delicada. Ese aspecto de muñeca de porcelana, de adorno de mesa de luz, no tiene nada que ver con su personalidad. Lola desprende ternura, pero encierra angustia. La realidad es que su viaje busca frenar este sentimiento.
Llega al parque Independencia, guarda el guión en su bolso amarillo y se tira al sol a bailar. Le hace muecas al cielo, como si este se las devolviera; busca formas en las nubes; se detiene a ver los juegos solitarios del parque… ni un nene usándolos. De repente se imagina una escena allí: una viejita sentada en las hamacas, no hay texto, la mujer con la mirada cuenta su vida, recorre desde su infancia hasta su estado actual. Que locura como los artistas no pueden parar de crear. La imaginación de Lola la transportaba a otros lugares, a veces estaba pero no, su presencia era sólo física. En este momento de vuelo también había desaparecido prácticamente… en realidad pensaba en él y su coraza de marfil, diseñada a resistir los encantos del jazmín. Y no es que ella fuera precisamente la flor más hermosa, pero lo había sido para él al menos durante un tiempo.
Frena acá, vuelve a la viejita imaginaria y se descubre a ella. Era Lola quien desde su mirada contaba su historia, y claramente se había empecinado en recordarle esa parte de su vida… ella quiso hacerlo tan feliz, exterior/día/toma 22: la anciana recordando el por qué, el cómo, el dónde. Ella quiso hacerlo tan feliz, él quería un amor y no una actriz. Lógico, las actrices son complicadas, Lola no era la excepción, su ciclotimia e hiperactividad colmaban la paciencia hasta del más santo.
Realmente yo no sé por qué eligió esa dulce piel… ¿o será que la vio tan sola?, no, no se por qué eligió aquella mujer, no hizo más que volverse loca. Pobre flaco, no supo en qué se metía, Lola era un camino de ida; iba a ser la que le cocine panchos a las tres de la mañana para complacerlo y también la que al otro día le manche la ropa de rimel corrido en un ataque de llanto. Sabía perfectamente que su locura complicaba a los demás, pero la vida sin locura no es vida.
Exterior/día/toma 23: libertad… la mujer recorre con un dedo sus arrugas y cicatrices, y cae en la cuenta de la cantidad de marcas que le dejó su vida. ¡Stop!, Lola avivate, es solo una marca más; Lola suele ser bastante lenta para darse cuenta de lo obvio. Sigue mirando las hamacas y se le cae una lágrima, la última que quería derramar por nostalgia. Esa viejita que su mente creó le demostró que el pasado no varía, pero sí la forma de mirarlo…Lola eligió la mejor manera.
15:35, veinticinco minutos para la audición, se cuelga el bolso amarillo pero se deja las hojas y el pasto en su pelo enredado; mira al cielo de nuevo, y con un gesto de total plenitud le susurra: “acción”.