martes, 11 de enero de 2011

Un cortado, tres medialunas y edulcorante.

Carteles, flechas, señales, desvíos, atajos; Lola está perdida, los vidrios empañados y sus ojos aún mas. Busca un mapa en la guantera, encuentra una botellita de coca-cola vacía, un papel higiénico y unas medias can-can corridas, que se tuvo que sacar en el auto antes de su último encuentro con él y después de enganchárselas con la evilla del cinturón de seguridad.
Se cuelga unos minutos pensando en esa noche; el cenizero conservaba el cigarro que él apagó, única persona que tenía permitido fumar en el auto de Lola, y para sintetizar digamos que tenía permitido todo, o casi todo, con ella. Esa noche fueron al cine a ver Toy Story en 3D, lo cual suena poco romántico, pero para la tierna Lola era todo lo contrario. Bajaron al Village un balde enorme de pochoclo y dos botellitas de coca. La mitad del balde terminó en el tapizado del auto y el cadáver de una de las cocas es el que acababa de tocar. Pasó toda la película fascinada con el perfume de su acompañante; de las maneras más cómicas intentaba acercarse para olerlo, o apoyar la cabeza en su hombro, pero no, no había forma de que el concentradísimo hombre capte alguna señal.
Cuando lo llevaba a su casa luego de tirar los pochoclos en el tapizado le dijo que tenía algo importante para contarle; Lola se ilusionó, siempre lo hace, y ahí nomás vino la noticia que le cayó encima como un piano desde el tercer piso: "Loli, conocí una mujer hermosa, tenés que verla, es increíble, empiezo a creer en el amor". ¡No!, este chico es un boludo, que poco tacto. Con la mejor cara de nada Lola lo felicitó, lo dejó en su casa, saludó a la madre desde el auto, manejó dos cuadras y estacionó para llorar un rato largo sobre el volante. Ser su mejor amiga desde los trece años no quitaba que lo amara con toda su alma, pero claro, nunca se animó a decirlo y él nunca sintió nada.
Que frío hace en ese auto, Lola vuelve a la realidad... el mapa, el mapa... "¡Mierda! ¿Por que no le haré caso a mi viejo cuando me regala los mapitas del continente entero y me dice que lo lleve a todos lados?". Claro, en estos momentos la nena se acuerda de papá... ¡Crecé Lola!, ella es así, arrebatada, pero cuando las cosas se complican busca quién le salve las papas. Mira adelante por la ruta y encuentra una Shell, decide ir a tomar un café y de paso preguntar cómo volver a Rosario.
Los arranques de locura los calmaba manejando, pero esta vez se fue muy lejos, o no, en realidad no tiene idea de dónde está.
"Un cortado liviano y dos medialunas saladas... no, tres mejor; y edulcorante". La moza le sonríe y asiente, por dentro debe pensar "Otra más que se hace la light con el edulcorante y se clava tres medialunas", es algo muy común de ver.
Lola moja la primer medialuna en el café y se chorrea todo el sweater blanco cuando la muerde, "Genial, no sale más, después lo tiño de negro y fue". Se acordó cuando a los diecisiete años teñía ropa con anilina, onda hippona, y él hacía trenzas de macramé. Todos los domingos iban a vender al parque España. Lola no ganaba nada, en realidad era una simple excusa para mirar el río, comer chipá y escucharlo tocar Los Piojos con la guitarra; a veces ella lo acompañaba con la armónica en "Tan Solo".
"Salta la cuerda, se enreda y cae de boca", cuando él cantaba esa parte con ese tono de voz relajado ella se moría por besarlo, tal vez por eso decidía tocar la armónica en esos momentos.
Terminó el café y las medialunas, todavía tiene hambre, pero la sonrisa de la moza la inhibió.
"No importa,llego a casa y me hago una hamburguesa completa", leamos ese pensamiento como: llego a casa y le pido a mamá una hamburgesa completa.
Se levanta después de pagar la merienda y no deja propina, odia hacerlo, piensa que para algo los mozos tienen sueldo y que a ella nadie le da propina por atender el teléfono en el call center.
Le pregunta a un playero cómo volver, estaba a cuarenta minutos, solamente se había desorientado.
Sube al auto, prende la radio, Uff... Los Piojos sonaban, que inoportuno, sobre todo por el tema que dice: "porque hay un corazón que se parte cuando te vas a ninguna parte, cuando vos sabés que tu lugar está aquí, aquí junto a mí". Antes que termine esa frase, Lolita ya había apagado la radio y se le empezaban a empañar nuevamente los ojos. Así viajó hasta su casa, cuarenta minutos entre anilina, Toy Story, pochoclos, trenzas, chipá, Los Piojos, río, recuerdos y olvido.


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